LA FONTE DE FRANCO
MEMORIA
DE AGUA Y CAMINO
La Fonte do Franco es considerada una de las fuentes más antiguas y enigmáticas de la ciudad, una presencia silenciosa al final de la Rúa do Franco, muy cerca de la Fonte de Fonseca. Su origen se envuelve en un conjunto de leyendas que la sitúan en tiempos remotos, cuando, según la tradición, se realizaba la traslación del cuerpo del Apóstol Santiago.
Una de las historias más antiguas
afirma que, en el siglo I, los bueyes que tiraban del carro con los restos del
Apóstol se detuvieron en ese preciso lugar, acuciados por la sed. Al escarbar
la tierra con sus pezuñas, hicieron brotar de las entrañas del suelo un
manantial de agua fresca. Así habría nacido la fuente, convertida desde
entonces en un hito simbólico para la Ruta Xacobea.
Otra tradición, no menos prodigiosa, asegura que la fuente era milagrosa: un peregrino italiano, casi ciego por la fatiga del viaje, recuperó la visión al beber de su caño. Este prodigio y la figura de Franco de Gamma —personaje que dio nombre a la calle y cuya historia se entrelaza con la propia fuente— afianzaron la costumbre entre los peregrinos de beber de sus aguas antes de entrar en la ciudad santa.
Dejando atrás la leyenda, los datos
más fiables sitúan su origen en el siglo X, en pleno proceso de crecimiento
urbano que dio lugar al Vicus
Francorum, el barrio de los francos o comerciantes foráneos. A lo
largo de los siglos, la fuente experimentó numerosas transformaciones. En el
siglo XVI, el oficial de cantería Gregorio de Seoane describía ya su deterioro,
lamentando que apenas diera agua. En 1686, el vecino de la casa sobre la que
descansaba la fuente intentó canalizar el manantial hacia su vivienda. Aunque
se le concedió una parte de la petición, el resultado fue desastroso para el
vecindario: del caño público apenas salía más que suciedad.
Una inspección reveló entonces que el manantial no pertenecía al supuesto propietario. El alcalde ordenó construir una bóveda que protegiera el nacimiento del agua y una arqueta de acceso para permitir su limpieza y mantenimiento. Posteriormente, en 1830, la fuente fue reconstruida por completo, y un año después se repararon sus caños deteriorados.
Hoy, la Fonte do Franco permanece
seca, con sus dos caños mudos, pese a que todavía se escucha correr el agua
bajo el suelo que la rodea. Se encuentra por debajo del nivel de la calle,
accesible sólo a través de unas escaleras ahora cerradas por un portal. Su
presencia, escondida pero latente, conserva el eco de su historia: un lugar
donde mito y memoria conviven en la penumbra de la vieja ciudad, recordando a
los caminantes que allí, donde hoy no brota el agua, nacieron antaño leyendas
que acompañaron al peregrino hacia Santiago.


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