LA LUZ SIEMPRE NACE
EN EL CAMINO DEL QUE NO SE RINDE
A mediados
del mes de febrero, pernoctó en el albergue municipal de Tordesillas el
peregrino Eric, proveniente de Oliva. Durante la conversación distendida que
mantuvimos me ofreció una especie de sentencia que me sonaba de haberla
escuchado en algún otro momento y que comparto totalmente en el fondo:”La luz
siempre nace en el camino del que no se rinde”.
El Camino de Santiago nunca ha sido solo una ruta, un sendero a seguir, un medio para llegar hasta la tumba del Apóstol en la Ciudad Santa. Es un espejo. Un espacio donde uno descubre que la verdadera fuerza no está en llegar rápido, sino en no detenerse. Que cada amanecer, que cada día recién estrenado trae una oportunidad nueva, y que la claridad interior suele aparecer justo después de los tramos más difíciles.
Y así,
mientras el Camino serpentea entre pueblos, bosques y horizontes que parecen
alejarse, uno descubre que la luz no está únicamente en la meta: está en seguir
andando, incluso cuando cuesta.
Porque el que no se rinde, tarde o temprano, siempre encuentra su amanecer.
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