miércoles, 5 de noviembre de 2025

 TRAVESÍA JACOBEA DE UNOS TORDESILLANOS

Corría la primera quincena del mes de septiembre, ese mes en que los días se vuelven dorados y el aire empieza a oler a despedida del verano y en Tordesillas se  celebran las fiestas patronales de la Virgen de la Peña,  cuando María Teresa, veterana bicigrina ya de varios caminos, volvió a sentir el viejo impulso: ese llamado del Camino de Santiago que mezcla aventura, espiritualidad y amistad. Así que, como en otras ocasiones, se acercó al albergue municipal de Tordesillas para solicitar cinco credenciales. Cinco nombres se inscribieron en ellas: Melo, Lolo, Mari, Mariano… y la propia MariTere, que se uniría un poco más tarde al grupo.

Bajo un cielo despejado, los bicigrinos partieron desde Tordesillas con la determinación silenciosa de quien sabe que el Camino no se mide solo en kilómetros, sino en emociones y descubrimientos. En total, 470 kilómetros los separaban de su destino final, una cifra que resonaba entre desafío y promesa.

Las dos primeras etapas fueron un regalo para el cuerpo y el ánimo: tierra de campos, amplios horizontes y caminos suaves donde el pedaleo se volvía casi una meditación. Ciento veinte kilómetros diarios que discurrían entre pueblos tranquilos, maizales y trigales ya cosechados, con el viento del norte soplando como compañero constante.

Pero el Camino, fiel a su esencia, siempre guarda pruebas. En las tres jornadas siguientes, el terreno se volvió más exigente: cuestas prolongadas, caminos pedregosos y el cansancio acumulado que empezaba a pesar en las piernas y en la mente. Aun así, el grupo siguió adelante, alentándose unos a otros, compartiendo risas, silencios y ese tipo de conversaciones que solo nacen cuando la rueda gira y el paisaje cambia sin cesar.

Cuando finalmente alcanzaron  meta en la Ciudad Santa, no hubo grandes gestos ni alardes. Solo la satisfacción callada de haberlo conseguido. Lo resumieron como una experiencia “muy fructífera, con etapas duras, sí, pero llenas de aprendizaje, de compañerismo, de ese sentimiento de plenitud que deja el esfuerzo compartido.”

Y mientras descansaban, con las bicicletas enhiestas ante la fachada de la catedral en la plaza del Obradoiro y el sol del atardecer tiñendo de oro los caminos recorridos se plantearon qué hacer el próximo año

Las miradas se cruzaron y las sonrisas se encendieron. Porque el Camino, una vez que te encuentra, nunca deja de llamarte. Y ellos, sin duda, volverán a responderle en 2026.

Pues Santiago os espera una vez para daros, de nuevo, la bienvenida a su  cripta catedralicia

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