LA CRUZ DE LOS VALIENTES:
UN DUELO POR HONOR EN EL CAMINO
Entre Grañón y Santo Domingo de la Calzada, a la vera del Camino de Santiago, se levanta una sencilla cruz de madera. A primera vista parece uno de tantos hitos que acompañan al peregrino, pero la tradición le otorga un trasfondo legendario: la Cruz de los Valientes recuerda un duelo singular que quiso evitar una guerra.
Cuentan las crónicas populares que, en
tiempos pasados, surgió una fuerte disputa entre los vecinos de Grañón y los de Santo Domingo de la Calzada por la
posesión de unas tierras situadas en la frontera de ambos términos. La tensión
crecía hasta el punto de amenazar con un enfrentamiento abierto entre pueblos.
Para impedir la sangre, se decidió recurrir a una solución más simbólica y
honorable: en lugar de una batalla, habría un combate singular entre dos representantes, uno de cada villa. El
vencedor se llevaría el encinar para su pueblo.
El elegido por Santo Domingo fue un luchador entrenado, alimentado con manjares y preparado como si fuera a competir en los juegos olímpicos medievales. En cambio, Grañón confió en Martín García, un agricultor robusto, curtido por el trabajo diario y alimentado con humildes caparrones (alubias rojas), símbolo de la dieta campesina.
El día del combate, el calceatense
apareció embadurnado en aceite, estrategia pensada para dificultar cualquier
agarre. Pero lo que nadie esperaba era la reacción de Martín García. Ante la
imposibilidad de sujetar a su resbaladizo oponente, recurrió a una maniobra tan inesperada como efectiva:
introdujo un dedo en el orificio anal del contrincante, lo levantó en vilo y lo
lanzó lejos, provocando la rendición inmediata del luchador de Santo Domingo.
La victoria otorgó a Grañón la posesión de las tierras disputadas, y para recordar el suceso se levantó en el lugar una cruz: la Cruz de los Valientes, símbolo de coraje y de ingenio frente a la fuerza bruta.
Hoy, los
peregrinos que caminan hacia Santiago pueden detenerse en este punto, entre
campos ondulados y horizontes amplios, y contemplar esa cruz de madera que evoca un
tiempo en que la violencia estuvo a punto de estallar, pero que terminó
resuelta en un duelo único. La leyenda recuerda que, en el Camino, las
historias no se escriben solo con pasos y paisajes, sino también con la memoria
viva de quienes lo habitaron.


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