miércoles, 21 de abril de 2021

 FELISA Y MARÍA…DESCANSEN EN PAZ

Se ha cumplido un mes desde el fallecimiento en Logroño de María Teodora Mediavilla Rodríguez el día 15 de marzo del presente año. Hija de Felisa Rodríguez Medel, la “señora de los higos”, continuó la labor de su madre al fallecer allá por el año 2002. Estas dos mujeres se encuentran indelebles en la retinas de miles de peregrinos que siguiendo el Camino Francés han hecho el trayecto entre Viana y Logroño.

Estas dos mujeres vivieron al borde del camino en el descenso del monte Cantabria donde habían instalado una especie de “tenderete” bajo una higuera y junto a una modesta casa  ofreciendo hospitalidad a todos los peregrinos que por allí pasaban.

Hay que trasladarnos al año 1982 cuando el sacerdote Jesús Martínez les plantea la posibilidad de atender a los peregrinos que se aproximaban a Logroño para sellarles la credencial, darles información y a la vez contabilizar el número de los que pasaban (Felisa, como no sabía leer ni escribir, la contabilidad la realizaba a base de trazar “palotes” en un papel). Aceptaron tal misión y se pusieron manos a la obra. Además de esas labores de “burocracia” aprovechaban el momento para ofrecer agua fresca de botijo, higos en temporada o secados durante el resto del año, anécdotas varias sobre Logroño, un rato de descanso, insuflación de ánimo y mucho amor. Amor a raudales.

Estos detalles totalmente altruistas junto al buen carácter de ambas mujeres ganaron el afecto y agradecimiento de los caminantes quienes dejaban mensajes como recordatorio en un cuaderno que ellas ponían a su disposición. 

Felisa dedicó 20 años de su vida a esta misión de hospitalera hasta que falleció a los 92 años. María la continuó en solitario, a veces ayudada por sus nietos, casi otros veinte años. Espero que su espíritu hospitalario continúe vigente en el mismo lugar, de cara a la ciudad de Logroño, bajo la higuera y al borde del camino repartiendo “Higos, Agua y Amor” como reza en su sello.

Quiero recordarla un 14 de julio de 2001 sentada en su silla bajo la sombrilla para suavizar el calor del verano (en invierno disponía de una estufa para hacer frente al frío), con la cayada apoyada en una sencilla  mesa de tablero que le servía como escritorio, unas sillas un tanto desvencijadas y, por supuesto, con el cartel que anunciaba el sellado de la credencial.


Sirva este humilde homenaje de mi mujer y mío especialmente a Felisa, con quien compartimos conversación mientras degustábamos unas brevas recién cortadas de su higuera en una mañana de un calor asfixiante, y por extensión a su hija María, por todo el bien que durante más de 40 años pusieron a disposición de los peregrinos. Descansen en paz

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