lunes, 6 de agosto de 2018

PEREGRINANDO CON LA PARROQUIA  DE TORDESILLAS EN 1.993
Así, como suena. No me he confundido de fecha. El espíritu peregrino que parece haber despertado en miles de personas durante los últimos años ya lo había hecho en Tordesillas por esas fechas. Y como de costumbre, este espíritu germinó y se desarrollo en y desde la parroquia. La cabeza visible de esa inquietud jacobea fue José Manuel de la Fuente, uno de los sacerdotes que por entonces trabajaba a fondo con la juventud de nuestro pueblo. En algunas conversaciones mantenidas con él tratamos de la posibilidad de ofertar a la comunidad parroquial la iniciativa de realizar el Camino de Santiago con un grupo de jóvenes. Enseguida se materializó con la búsqueda de unas personas adultas que colaboraran en el proyecto. Mary Carmen, Pili, Mariano y Antonio se pusieron de inmediato a las órdenes de José Manuel. Todo se elaboró y se dispuso  en equipo con la finalidad de que resultase como se había programado.
La peregrinación se realizaría en bicicleta. 27 jóvenes (2 chicas y 25 chicos) tomaron la decisión de participar, animados por sus familiares, en la empresa de recorrer los   366 km. que separan Sahagún (León) y Santiago de Compostela. Esta distancia se repartió en 9 etapas a un promedio de 40 kilómetros diarios. La más larga entre Melide y Santiago de 50 km. y la más corta (como de descanso) de 16 km entre Hospital de Órbigo y Astorga. Unas camisetas donadas por el Ayuntamiento y que anunciaban el 5º Centenario del Tratado a celebrar el año siguiente, sirvieron como uniforme identificativo a la salida de Tordesillas y a la llegada a Santiago
El día 4 de julio, después de comer y desde la puerta de la iglesia de San Pedro se inició la marcha neutralizada hasta la Puerta de la Villa. Nos acompañó el entonces alcalde Emilio Álvarez (en la actualidad Senador). Aquí se cargaron las bicicletas en el camión de Javier Muelas y los peregrinos en coches particulares que nos trasladarían hasta la zona de acampada que la Junta de Castilla y León había instalado a orillas del río Cea. ¡Qué noche de tormenta inundando todas las tiendas de campaña que utilizaríamos para pernoctar!
Las etapas fueron trascurriendo sin incidencias pero llenas de anécdotas imborrables que quedarán para el recuerdo. Quiero reflejar solamente dos por lo que supuso de dureza para los ciclistas: la bajada desde la Cruz de Ferro hasta Molinaseca por el miedo que produjo el pronunciado descenso y la subida al Cebreiro a causa de la lluvia, la niebla y el frío con que amaneció el día, a pesar de ser verano.
La diana se daba a las 6,30 de la mañana y la hora de silencio se marcó a las 11 de la noche. Hubo tiempo para todo: Reflexionar sobre cada jornada, visitar monumentos, juegos y deporte, ratos libres, cuidado de la bici…En fin, que no apareció el aburrimiento en ningún momento.
La labor del equipo de apoyo fue fundamental: elaboración de desayunos, comidas y cenas, preparación de bocadillos, compras diarias, colaboración en el montaje y desmontaje de las tiendas de campaña, carga y descarga de mochilas y cuantas labores fueran necesarias para que los jóvenes disfrutaran de esta peregrinación, que para ellos fue reto y aventura, se ejecutaron con entusiasmo. En la distancia del tiempo, gracias a todos.

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