viernes, 26 de septiembre de 2025

 VOCES EN EL CAMINO

LA HUELLA DE LOS PEREGRINOS EN TORDESILLAS

Siempre es importante saber la opinión de las personas con las que mantenemos algún tipo de relación, más o menos amistosa, y también de aquellas a las que les estamos ofreciendo un servicio. En el Camino del Sureste, los hospitaleros del albergue de Tordesillas lo sabemos bien. Cada vez que un peregrino cruza nuestra puerta tratamos de ofrecerle algo más que un techo: la mano de la amistad, la fraternidad y la hospitalidad, para que se sienta acogido y satisfecho.

Giorgio de Venecia (Italia) 15 de marzo 2025

Muchas veces esas impresiones se comparten de palabra, en una charla al final de la tarde o en la despedida antes de retomar la ruta. Sin embargo, hay algo especial en lo que los peregrinos deciden dejar por escrito. El libro de Registro del albergue se convierte así en un pequeño cofre de memorias, donde las reflexiones quedan guardadas y dan testimonio de lo que hacemos y ofrecemos.

David de Alicante 16 de marzo 2025

En esta ocasión queremos compartir la voz de cuatro peregrinos que han pasado por Tordesillas. Dos de ellos llegaron desde tierras cercanas, Alicante y Valencia; otros dos venían de más lejos, Italia y Polonia. Cada cual plasmó en esas páginas sencillas sus sentimientos de gratitud, cansancio, alegría y esperanza.

Alberto de Bocairente (Valencia) 4 de abril 2025

Lo hermoso es comprobar cómo, más allá de la nacionalidad o la lengua, todos coinciden en algo: el valor de la acogida. Para el peregrino, un albergue no es solo un lugar donde descansar, sino también un espacio en el que sentirse acompañado, reconocido y respetado. Y para quienes estamos al otro lado, leer estas palabras nos recuerda la esencia del Camino: un encuentro humano que deja huella en ambas direcciones.

Emilia de Gdansk (Polonia) 4 de abril 2025

Las opiniones de estos cuatro caminantes son apenas un ejemplo, pero nos animan a seguir con entusiasmo. Porque en cada firma y en cada frase se renueva el espíritu de hospitalidad que da sentido a nuestro trabajo en el albergue de Tordesillas.

jueves, 25 de septiembre de 2025

 LOS CAMINOS A SANTIAGO 

¿ENTRE LA ESPIRITUALIDAD Y EL RIESGO DEL TURISMO VACÍO?

 

Durante siglos, el Camino de Santiago ha sido mucho más que una ruta: ha sido un viaje interior, una experiencia de transformación, una peregrinación que conecta al caminante con su fe, sus límites, sus preguntas más profundas. Desde cualquier punto de  España como del extranjero hasta Compostela, cada paso ha estado cargado de simbolismo, de silencio, de encuentro. Sin embargo, en los últimos años, algo esencial parece estar desdibujándose.



La creciente popularidad del Camino ha traído consigo una avalancha de visitantes que, lejos de buscar introspección o renovación espiritual, lo recorren como si fuera una ruta turística más. Mochilas ultraligeras, selfies en cada mojón, alojamientos que compiten por ofrecer el menú más barato y rápido. El Camino se ha convertido, para muchos, en una experiencia de consumo exprés, desprovista de pausa, de sentido, de alma.




Este fenómeno no es inocuo. Transformar la peregrinación en un producto turístico de bajo coste, sin intención alguna de reflexión personal, puede ser profundamente peligroso. No solo porque banaliza una tradición milenaria, sino porque despoja al Camino de su esencia: la posibilidad de encontrarse con uno mismo. El riesgo no es solo cultural o espiritual; es también humano. Cuando la peregrinación deja de ser experiencia y se convierte en espectáculo, el caminante deja de ser protagonista y se convierte en consumidor.



Los albergues, antes espacios de acogida fraterna, se ven ahora saturados por grupos que buscan únicamente una cama barata. Los pueblos que durante generaciones han ofrecido hospitalidad sincera, se ven invadidos por una lógica de negocio que desplaza el gesto gratuito. Incluso los símbolos del Camino —la concha, la flecha amarilla, el bordón— se convierten en meros decorados para la foto.




Pero el mayor peligro es que el Camino pierda su capacidad de transformación. Que ya no invite a la pausa, al silencio, al encuentro con el otro y con uno mismo. Que se convierta en una ruta más, entre tantas, sin profundidad ni misterio. Y eso sería una pérdida irreparable.

No se trata de excluir a nadie ni de exigir credenciales espirituales. El Camino siempre ha sido inclusivo, abierto, plural. Pero sí se trata de recordar que hay una diferencia entre caminar y peregrinar. Que el Camino de Santiago no es solo una línea en el mapa, sino una oportunidad para el alma. Y que si lo convertimos en un parque temático del andar, corremos el riesgo de vaciarlo de todo lo que lo hace único.



Recuperar el sentido del Camino no implica rechazar la modernidad, sino abrazar la profundidad. Implica educar en el valor del silencio, del esfuerzo, del encuentro. Implica recordar que, a veces, lo más valioso no está en llegar, sino en lo que ocurre mientras se camina.

Porque el Camino de Santiago no es solo un destino. Es, sobre todo, una travesía interior. Y eso no debería perderse jamás.

lunes, 22 de septiembre de 2025

 EL CAMINO FRANCÉS EN LOS CUPONES DE LA ONCE (XLIX) 

 O MONTE DO GOZO


El día 5 de julio de 2010 la ONCE puso en circulación un cupón dedicado a O Monte do Gozo con un valor nominal de 1,50 €. En él se representa el Mirador del Peregrino y la escultura de los dos peregrinos que miran hacia la catedral compostelana. Como dato complementario informa que Santiago de Compostela se encuentra a 2 km siguiendo el Camino Francés. También se presenta el anagrama del Xacobeo 2.010. Una curiosidad,  aparece la Cruz de Santiago suplantando a la “I” en la palabra CAMINO.


Hay un momento en el Camino de Santiago que todo peregrino espera con ansias, aunque no lo confiese en voz alta. Tras días, semanas o incluso meses de marcha, de polvo en los zapatos y memorias acumuladas en cada paso, el horizonte se abre en un punto elevado a las afueras de la ciudad: el Monte do Gozo.

Conocido también como el Monte de la Alegría, este lugar se alza a unos 380 metros de altitud y regala la primera visión de las torres de la Catedral de Santiago. No es un simple mirador; es un umbral cargado de simbolismo. Aquí, los peregrinos que siguen la ruta del Camino Francés experimentan un estallido de emociones. La fatiga se disuelve en un instante, sustituida por la certeza de que la meta está ya al alcance de la mano.

El nombre no es casual. Monte do Gozo significa exactamente eso: la montaña de la alegría. Durante siglos, los caminantes que alcanzaban su cima celebraban con lágrimas, abrazos o cantos ese primer encuentro visual con Santiago. No pocos cumplían antiguos rituales jacobeos: caminar descalzos el último tramo hasta la catedral, o prepararse interiormente para el abrazo al Apóstol, gesto que culmina la travesía.

Hoy día el lugar mantiene viva su esencia. Además de ser un mirador privilegiado, en él se conserva un espacio de acogida, con un complejo recreativo y de descanso para quienes necesitan reponer fuerzas antes del último esfuerzo. Pero la magia del Monte do Gozo sigue latiendo en su panorámica: una mezcla de horizonte gallego, torres medievales y la sensación indescriptible de estar a las puertas del destino.


Uno de los símbolos más recordados del monte es la escultura de los dos peregrinos, obra del escultor José Antonio Castro. Dos figuras de bronce, erguidas y con la vista fija hacia Santiago, representan no solo a los caminantes de carne y hueso que llegan hasta aquí, sino también a todos aquellos que a lo largo de los siglos han compartido esta misma emoción.

El Monte do Gozo no es un final, sino un principio. Marca el instante en que el corazón del peregrino se ensancha y la esperanza se vuelve palpable. Desde su mirador, con la ciudad extendiéndose en la distancia, uno comprende por qué tantos lo consideran un lugar sagrado dentro del Camino: porque allí, por primera vez, Santiago deja de ser un sueño y se convierte en realidad.